No te mereces mis lagrimas

Me dijo que no quería volver a verme en la vida. Me lo dijo serio, mirándome a los ojos, a punto de llorar y temblando violentamente. Le miré, y me dio por reír. En ese instante, vi como sus ojos se juntaban en una mueca de desconcierto, y como repiqueteaba con sus dedos en la puerta, demostrando su nerviosismo. Pero yo me seguía riendo, quizá para esconder el dolor, quizá para ocultar las palabras que salían sin control entre las carcajadas, quizá para no salir corriendo, quizá para que si me salían lágrimas, que por lo menos creyese que eran de risa. Porque siempre he preferido reír que llorar, porque es más bonito, porque suena mejor, porque no duele, porque te limpia por dentro y hace que te piquen las mejillas. Todo esto lo pensé mientras seguía riendo, quizá sin ganas, pero con fuerza, cerré los ojos fuerte, muy fuerte, y vi cómo se daba la vuelta, triste, y se iba, cerrando la puerta tras de sí. De golpe, paré de reír, pensé que quizá, si le hubiera llorado un poco, si le hubiera suplicado que se quedase, lo habría hecho. No, tan sólo lo dudé un segundo, después tuve la certeza.
Pero, ¿sabes? quizá haya sido mejor así, alguien que para perdonarme tiene que verme llorar, no se merece una sola lágrima.

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